Algunos rincones de mi laberinto
lunes, 8 de diciembre de 2014
miércoles, 10 de abril de 2013
Trazos
domingo, 23 de septiembre de 2012
Entre pulmones y el esternón
miércoles, 11 de julio de 2012
Platónico
entre un beso y otro.
Refrena tu pasión
por regalarme una palabra.
miércoles, 30 de mayo de 2012
domingo, 29 de mayo de 2011
Mariposa, y luz polarizada
miércoles, 11 de mayo de 2011
Tafé
domingo, 19 de septiembre de 2010
lunes, 8 de febrero de 2010
Delirium Tremens
jueves, 27 de agosto de 2009
Luces que estallan en colores
viernes, 21 de agosto de 2009
que tu espíritu recorre.
¿Quién soy?
Soy quien mi espíritu esté siendo, en la recámara del laberinto en la que esté. Ese que muta constantemente.
Y que sus pasadizos se retuercen, uno dentro de otro, donde no existen leyes, y puedes descender a lo más alto de tu ser.
¿Qué es la vida, si no nuestra travesía por laberintos propios y ajenos?
jueves, 26 de marzo de 2009
sábado, 21 de marzo de 2009
Mi mundo: Tú.
en las aguas turbias del manantial.
El cielo es rojo y no existe el mar,
ni las cien plumas que laten en tu pecho.
Y me pregunto ¿Porqué?
Cantares truncados, una voz sin dueño.
Nací muriendo dentro de ti,
el fuego en mis manos manchó sangre
y caí en un abismo de hielo.
Amapola e Icaro.
martes, 27 de enero de 2009
Poema #1
Así estaba, incluso antes de ese día, en que
tanta gente se reunía hipócrita.
Muerto.
Murió en vida, su vida era la muerte.
esa muerte sublime,
añorada.
Encontraba vida en su dulce muerte.
La vida que le negaron
la obtuvo en su mundo.
Mundo de sombras existente en su mente.
Engendros sombríos.
Criaturas de su imaginación trastornada.
O mejor, incomprendida.
Criaturas negras como su muerte.
Ese hermoso color negro, del mismo
tono que la vida.
Con un tinte de rojo.
rojo escarlata.
Un rojo oscuro,
espeso como sangre.
Ese rojo que recorre sus venas.
Ese negro que atraviesa su espíritu.
Rojo y Negro. Flujo incontenible
que mancha la alfombra.
Manantial de vida
brotado de sus muñecas.
miércoles, 7 de enero de 2009
7 de enero del 2009
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Feliz sincretismo!
En un principio, la celebración de la Navidad carecía de los elementos que hoy son los más característicos. El árbol de Navidad es un elemento introducido alrededor del año 700 a.C., cuando la evangelizción se expandió hacia el norte de Europa con el objetivo de exterminar el paganismo celta. Cerca a la fecha instaurada para la Navidad, los celtas celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol de hoja perenne que simbolizaba el Yggdrasil (Universo), en cuya copa se encontraban Asgard, la morada de los dioses, y el Valhalla, la fortaleza donde van los guerreros muertos en combate; y en las raíces se encontraba el Helheim, el reino de los muertos. Según la tradición, "san" Bonifacio, evangelizador de Alemania, cortó un árbol consagrado a Frey y lo reemplazó por un pino, simbolizando el amor de dios, y lo decoró con manzanas y velas, que representaban el pecado original y las tentaciones y la luz de Jesús, respectivamente.
Otro elemento, el más popular, Papá Noel, está inspirado en Nicolás de Bari, nacido en la actual Turquía, un personaje muy generoso con los pobres, en especial con los niños. Sin embargo, su incorporación a la Navidad puede deberse a la evangelización de regiones eslavas. Veles, el dios eslavo de la tierra, las aguas y el Mundo Subterráneo, es un dios multifacético desmembrado y recubierto de cristianismo. En la mitología, Veles y Perun, dios del trueno, sostenían una batalla cíclica que marcaba las estaciones. Veles tomaba la forma de una serpiente o un dragón y, al iniciar la batalla contra Perun, iniciaba una etapa caótica; esta faceta fué fácilmente asociada con el diablo. Durante la batalla, Veles escapaba y salvaba a granjeros y su ganado de la destrucción provocada por Perun. La festividad de Velja Noc (la Gran Noche) se celebraba entre Navidad y Carnaval y en ella se rendía culto a Velec, donde los jóvenes se disfrazaban de fantasmas mensajeros de Velec y visitaban casas pidiendo regalos.
Así, nuestras costumbres están llenas de extraños rituales que no comprendemos y cuyos orígenes olvidamos por completo.
Pasenla bien, coman mucho, que el viejo pascuero traiga lo que le pidan y Feliz Navidad!!!
sábado, 20 de diciembre de 2008
Papalote
Ya era hora de volver a su nido, pues no había nadie que cuidara los huevos y faltaba poco para que el sol se oculte tras las montañas. Al llegar a la cornisa donde lo construyó, se sentía abatido por sus circunstancias y por no poder encontrarse dentro de su propio ser por mucho que se buscase, pensando en las tantas y tan diversas formas en las que se vio en innumerables reflejos a lo largo de su vida. En medio de sus reflexiones, sus ojos se toparon con un destello al otro lado de la ventana: era el brillo de un espejo. Otro reflejo mentiroso, pensó, pero luego pudo vislumbrar algo más, fuera de lo obvio que cualquiera podría ver, que se imprimió en su mente con incandescente furia. Poco a poco, se hacía visible la nefasta imagen de una tumba, la suya, rodeada de unas pocas flores marchitas en medio de un páramo desolado y lleno de vacío. Las huellas de su último visitante borradas por el viento que siseante e impío anunciaba la eterna soledad y el nombre grabado en la piedra se desvanecía con el tiempo inexorable y fatal, sumiéndolo en las entrañas del olvido.
Lleno de lágrimas, Papalote vio en el espejo cómo los huevos se rompían, y a los seres que surgían de ellos irse volando. Eran todo lo que tenía, esos seres ajenos a sí, y se fueron volando.
Al fin había logrado verse, pero la imagen no le provocó más que amargura y congoja, como si hubiera sido desterrado de su vida y condenado a existir sin futuro ni pasado, sin noción de su presente o siquiera un indicio de sentido. Deambulando toda la noche, llegó al amanecer a las orillas de un gran lago, donde algunos niños jugaban con cometas coloridas en el cielo. Papalote, así me llamaron, como este pedazo de papel que se mueve acorde a los caprichos de aquel niño, sin el menor rastro de voluntad en sus acciones, puede volar pero a requisito ajeno, jamás por si mismo o a su propio antojo. Absorto en sus reflexiones, por poco no advirtió algo que, pese a estar siempre presente, nunca le dio la importancia necesaria. Era él, reflejado en la calma superficie del agua. Miró aquel colorido pico de tucán, las largas patas de flamenco, su cacatuezca cresta, el collar de plumas negras, la cola como de pavo real, y por último, vio sus alas, enormes y poderosas, pero que nunca alcanzaron su potencial y reprimidas siempre por una noción de dependencia. Esas alas pedían a gritos que las notaran, y al fin se escucharon sus súplicas, en un instante de frenesí se desplegaron en toda su envergadura y Papalote emprendió vuelo en el cielo inundado de cometas, con la infinita emoción de saberse a si mismo.

Primera entrada, para empezar el experimento
